Como en cualquier tipo de evento que se organice, siempre hay situaciones que son totalmente imprevisibles para las que hay que estar preparado para tomar medidas. Una de estas situaciones, en el caso de los campamentos con personas con discapacidad es la falta de medicación para uno de los chavales y otra es accidentes o situaciones que deriven en visitas al hospital. Hay veces que una va seguida de la otra.
J.F. es un chico de unos 30 años, bastante espabilado, delgadito y con la cabeza algo grande en comparación con su cuerpo (este dato será relevante dentro de poco). A parte de su discapacidad intelectual, que es leve, tiene epilepsia, esta nada leve. J.F. y lo digo con todo el cariño del mundo, es un pequeño cabroncete de esos que hacen que lo quieras más cuanto más te vacila. Para que os hagáis una idea de las putaditas que puede llegar a hacer, una de sus especialidades es fingir crisis epilépticas.
Bien, pues en este campamento J.F. fue el protagonista de una historia que empezó siendo un susto muy gordo y terminó siendo bastante divertida. En los campamentos que son en hoteles, como era el caso, los monitores la primera noche, una vez se han acostado los chavales, preparan la medicación de toda la semana metiéndola en unos pastilleros, de esta forma nos aseguramos de darnos cuenta desde un primer momento si hay algún problema con las medicaciones.
Es algo que no debería pasar, pero es hasta cierto punto comprensible. Muchas veces, de hecho en casi todos los campamentos largos, hay algún chaval al que la medicación que le han mandado no le llega para toda la semana. En sus casas o residencias se equivocan al contar las pastillas y las tomas y no llegan para el campamento. Esto en realidad, suele ser un poco engorroso pero no un problema importante, ya que al darnos cuenta desde un principio, da tiempo a que nos manden la receta del medicamento por mensajería y poder ir a comprarlo a una farmacia, recuerdo que estamos hablando en muchos casos, de medicaciones como antidepresivos, antipsicóticos, antiepilépticos, tranquilizantes, pastillas para la tensión, etc.
Sin embargo de vez en cuando ocurre que falta mucha medicación y no da tiempo a obtenerla antes de que nos lleguen las recetas y este tipo de pastillas no te las dan en las farmacias sin la receta. Si esto ocurre se intenta conseguir tiempo buscando si hay otros chavales en el campamento con la misma medicación, en la mayoría de los casos hay y se puede solucionar sin más problema, pero hay ocasiones en las que se alinean los planetas y no hay forma de conseguir la medicación y el chaval puede quedar sin una toma o dos.
Y esta fue una de esas veces que se alinean los planetas, a J.F. le faltó la toma de la cena del antiepiléptico que tenía pautado. Por si fuera poco los astros quisieron que su monitora ese día se cogiese unas anginas de esas divertidas que te ponen con 39 y 40 de fiebre.
Yo dormía enfrente de la habitación de J.F. y su monitora y a eso de las 3 de la mañana me despertaron llamando muy rápido y fuerte a la puerta. Uno se levanta con un susto importante si le despiertan así, pero si encima abres la puerta y ves a la monitora con 39 de fiebre, pálida y agotada diciéndote que uno de sus chicos está convulsionando en el suelo pues te asustas todavía más.
Fuimos rápido a la habitación y le pedí que avisase a las coordinadoras, las llamó por teléfono y vinieron muy rápido, yo mientras me quedé con el chaval haciendo lo poco que se puede hacer que básicamente es alejar todo lo que esté cerca de él para que no se golpee con nada con lo que se pueda hacer daño por culpa de las convulsiones.
Al poco rato llegó la ambulancia, la crisis ya se le había pasado, pero como en teoría las tenía controladas con la medicación, decidieron llevarle al hospital para hacerle algunas pruebas. En estos casos, como responsable del campamento es el jefe de campamento el que va al hospital con el monitor de éste último, pero la pobre monitora de J.F. no estaba en su mejor momento asique me dijeron que si me importaba ir yo para allá. Me puse rápidamente, mientras bajaban a J.F. a la ambulancia, algo más decente que el pijama y por ser una circunstancia especial nos dejaron ir con él tanto a Vane (la jefa de campamento) como a mí.
El susto grande ya se nos había pasado, porque nos dijeron que le llevaban al hospital para hacerle un chequeo pero que J.F. estaba bien y que solo era por precaución.
Llegamos al hospital y empezaron a hacerle pruebas, para los análisis de orina pasé yo con J.F. al baño para asegurarme de que atinaba a hacer pis en el bote. He de decir, que pese a que la gente del hospital fue muy amable ocurrieron algunas cosillas curiosas. Siempre que hay que ir con un chaval al hospital llevamos toda su documentación, la ficha con sus características y el último informe médico que tenga para entregárselo a los médicos, bien, pues después de hacer esto y ver que J.F. según informe tenía una la cabeza algo más grande de lo normal como consecuencia de su discapacidad, uno de los médicos nos preguntó, literalmente, "¿y a este chico que le pasa en la cabeza?". Sinceramente no supimos qué responder.
Cuando ya le habían hecho todas las pruebas, metieron a J.F. en una habitación con una cama y nos dejaron pasar a Vane y a mí con él. Nos esperaban unas 5 horas de espera sin absolutamente nada que hacer asique nos dedicamos a hablar y como sucede en muchos casos a desvariar. El primer desvarío fue ocurrírsenos cosas que haberle contestado al médico tipo: "es que se aguantó un estornudo y fíjese como ha quedado" o "es que un día aspiró muy fuerte al respirar". Después de esto llegó lo que marcaría la noche como algo mítico, me fui a por algo de beber a las máquinas y a ver si había alguna revista o algo que leer para entretenernos, lo único que encontré fue un librito con anuncios de la zona en el que había una sección enorme de anuncios de contactos de todo tipo y para todos los gustos y vicios. A las 5 de la mañana en un hospital, sentados en el suelo y sin dormir no os podéis imaginar el juego que un hallazgo así puede dar.
Nos pasamos las siguientes horas analizando todos los anuncios de contactos y os puedo asegurar que hay gente muy extraña por ahí suelta. También fueron muy divertidos los anuncios de compra venta de objetos, hace ya mucho, pero creo recordar que había alguien que vendía un sofá roto y otro que regalaba una columna de piedra.
A eso de las 9 de la mañana vino el médico a darnos los resultados de las pruebas y el alta para J.F. al cual poco antes, le habían llevado algo de desayunar. Él se levantó super lozano y vigoroso ya que había dormido a pierna suelta todo el tiempo que estuvo en el hospital, aprovechamos para vacilarle un poquillo y decirle que el desayuno lo tenía que pagar y que fuese a pedir la factura, la chica que estaba en la recepción le dijo muy amablemente que como se había portado muy bien y era muy majo que por esta vez le invitaban.
Sin embargo aún quedaba la guinda del pastel. El médico que nos había preguntado lo de la cabeza, vino otra vez para darnos las últimas recomendaciones. Nos dijo que estaba todo bien y pero que le vigilásemos los siguientes días por si notábamos algo raro. Pero la mejor recomendación fue: "No le deis objetos punzantes ni cortantes y no le dejéis andar cerca de precipicios". Igual no os lo creéis pero os juro que fue así. De nuevo no supimos que decir, pero tanto Vane como yo, lo que pensamos fue: claro lo primero que vamos a hacer en cuanto lleguemos al hotel va a ser coger un hacha, dársela a J.F. y llevárnoslo de paseo por los acantilados del pueblo.
Con esto y un bizcocho nos cogimos un taxi y volvimos al hotel, a mí me dieron el día libre hasta después de la siesta y dormí como un auténtico tronco.
... y bien que merecías el día y la siesta, jaja :-)
ResponderEliminarY lo bien que me sentó... :)
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