miércoles, 24 de octubre de 2012

Renaciendo

Como algunos sabéis, hace unas semanas se produjo el anuncio del cierre de la sección de ocio de la Fundación ANDE con la cual, tanto yo como muchos de los lectores de este blog, llevábamos colaborando durante mucho tiempo.

Muchas personas se van a ver afectadas negativamente por la falta de esta posibilidad de ocio. Los chavales que venían con nosotros de campamentos serán los primeros afectados, pero tanto las familias como los voluntarios lo van a sufrir también, de una forma o de otra.

Por este motivo y otros, surge la Asociación Diversidad y Naturaleza (ADN) sí señores, "semos" biólogos los creadores de la asociación y nos ha salido la vena más friki al ponerle el nombre. La asociación nace de la mano de dos amigas y compañeras de la Universidad, Helena Coscollano y Elena García y con ella pretendemos abarcar diversos ámbitos de actuación como son el ocio con personas con discapacidad, la terapia asistida con animales, la educación ambiental, etc.



Quiero que esta entrada sirva sobre todo para que los que leáis esto, no abandonéis la esperanza de volver con los chicos y chicas de ANDE de campamentos y de actividades. Quiero agradecerle a todos los antiguos coordis de ANDE su predisposición para echarme una mano en este asunto y quiero que sepan que cuento con todos ellos para ir sacando las actividades adelante en cuanto puedan éstas comenzar.

De momento contamos con perfil en Facebook y con una cuenta de twitter @ADNmadrid. Estamos trabajando en la página web (en realidad es Helena la que se la está currando con aportes pequeñitos de Elena y míos) y esperamos que este mismo mes la podamos tener en marcha. De momento seguidnos por ahí.

jueves, 18 de octubre de 2012

Tópicos, típicos y utópicos

La entrada de hoy está relacionada con algo que ya conocéis: mi continua disconformindad, por no decir cabreo, al ver en los medios de comunicación, en las redes sociales y básicamente en todas partes a los típicos chicos y chicas con Síndrome de Down, preciosos, bonitos y encantadores como símbolos de las personas con discapacidad intelectual.

Cabe decir que es cierto que es una de las afecciones más comunes en el colectivo, pero no son ni mucho menos los únicos y tampoco son todos preciosos, bonitos y encantadores. Son personas sin más, hacer afirmaciones del tipo "es que son todos muy cariñosos" o "que buenos son todos estos niños" es como decir que todas las rubias son tontas o que todos los tíos somos unos cerdos machistas, ¿a que no es así?

Bien, dicho esto, voy a poner como ejemplo la historia que viví en el primer campamento de verano, en 2007, con uno de mis chicos. Llevaba un grupo de 5, uno de ellos en silla de ruedas y el resto más o menos autónomos, aunque necesitasen alguna ayuda para cosas concretas. Uno de estos chicos era P.R. un chico con Síndrome de Down muy extrovertido, bastante majo y cariñoso de primeras y con una barriga enorme que le encantaba enseñar a la menor ocasión.

Lo primero que os diré es que cuando P.R. se enteró de que su monitor para la primera semana de campamento era un chico y no una chica no le hizo ninguna gracia y así me lo hizo saber, una forma no muy buena de empezar una relación la que nos vamos a pasar 24 horas al día juntos. Aunque no le di mayor importancia porque pensé que en el fondo le daría un poco igual, ya que en el campamento estamos todos con todos y podría relacionarse libremente con monitores, monitoras y compañeros por igual.

El primer día todo fue más o menos bien, con algunos mohínes y algunas llamadas de atención, pero nada fuera de lo normal en un primer día de campamento, conocerse y amoldarse unos a otros tiene su proceso. Sin embargo según pasaban los días lejos de ir las cosas a mejor iban un poco a peor, nunca estaba conmigo, se escapaba continuamente a las habitaciones donde había monitoras y me hacía desprecios verbales a menudo. A mí como comprenderéis no me hacía esto ninguna gracia.

Hubo un momento que sería el tercer o cuarto día que la situación terminó de enfadarme de verdad. Después de la siesta P.R. me dijo que le dolía la tripa bastante, que tenía gases. A todo esto, su madre me había dicho que P.R. jamás se quejaba de dolores si no le dolía muchísimo de verdad. Así que me asusté un poco y fui a buscar a la enfermera, ésta le miró me dijo que no notaba nada raro y que seguramente serían gases que le diera una manzanilla, le dejase descansar y estuviera atento por si la cosa empeoraba.

Y así hice, estuve toda la tarde súper pendiente de él y la situación me empezó a mosquear cuando cada vez que iba a verle a ver qué tal estaba me decía que llamase a alguna monitora para que fuera a verle. Entonces decidí hacer la prueba del algodón. A P.R. le gustaba comer, le gustaba muchísimo comer y uno de sus platos favoritos eran los macarrones con tomate.

En un momento dado, una de las 100 millones de veces que fui a verle le dije que era una pena que estuviese malo de la tripa porque por la noche había pasta con tomate, pero que como llevaba tan pachucho toda la tarde que iba a pedirle un poco de pescado hervido con arroz blanco sin nada más. Y así, milagrosamente, cuando me iba a ir a la cocina a pedirle la dieta blanda al cocinero, P.R. empezó a encontrarse muchísimo mejor. Es más, se levantó de la cama, de la cual no se había movido en toda la tarde y se vino detrás mío a decirme que se encontraba mejor y que iba al baño a ver si soltaba gases y que creía que así iba a poder cenar sin que me tomase la molestia de pedir otro plato distinto...

En ese momento me cabreé bastante lo tengo que reconocer, llevaba varios días aguantando bastantes feos y esa tarde con la idea de que estaba malo le había estando mimando como una madre y dándole todos los caprichitos que quería. En el momento que me dijo todo eso me di cuenta de que me había estado vacilando toda la tarde. Así que se lo pregunté, le pregunté si en realidad no le había dolido la tripa y solo le apetecía quedarse en la cama porque estaba cansado o le apetecía alargar la siesta.

Tras bastante rato de conversación calmada pero firme terminó reconociendo que así era, que no le dolía la tripa y que solo estaba en plan vago. Le dije que eso no se hacía y que estaba fatal lo que había hecho, me pidió perdón y también le pidió perdón a todos los monitores que habían pasado por allí a verle y también a la enfermera por haber estado mintiendo.

Después de este día, las cosas mejoraron un poquillo y empezó a decir que yo era su padre de campamento y aunque siguió haciéndome algunos feos terminamos el campamento llevándonos bastante bien.

La idea de todo esto es que cada uno tiene su forma de ser, da igual que tengas discapacidad o que no la tengas, todos tenemos defectos y es bueno que lo tengamos en cuenta. Os dejo un vídeo.


viernes, 5 de octubre de 2012

Policías Polis

Érase una vez, un chaval llamado D.A. con discapacidad intelectual, unos 27 años, muy travieso y además con trastorno de hiperactividad. D.A. en la Semana Santa de 2007 era uno de los chavales que llevaba Vero en su grupo y durante toda lo que llevábamos de semana de campamento se estaba portando un poco regular.

Bueno, un poco regular es decir poco, no hacía caso a absolutamente nada, entre otras cosas porque en el campa había otra monitora que le había llevado en su grupo en anteriores ocasiones y a la cual él tenía un especial cariño y como no le había tocado con ella, D.A. estaba bastante enfadado y hacía llamadas de atención continuas.

El caso es que nos estaba costando un poco hacernos con él hasta que llegó el día clave... 

Aquel día decidimos ir de compras, para los típicos regalillos de recuerdo que siempre les gusta llevarse a los chavales cuando vamos de campamento. El caso es que llegamos a la típica tienda de regalos en la que tienen un poco de todo, desde sombrillas hasta delantales.

D.A. como todos los demás estaba eligiendo sus regalos y se acercó a Vero con una gorra y una riñonera del Barça que quería como regalos de recuerdo. No teníamos dinero suficiente para las dos cosas así que Vero, tras una explicación larga e intensa, le hizo comprender que tenía que dejar una de las dos cosas. Al final eligió la gorra y después de pagar lo que llevaban todos nos fuimos a dar un paseo con idea de tomar algo en alguna terraza de camino al hotel.

Cuando llevábamos unos minutos caminando, alejándonos de la tienda en la que habíamos hecho compras, nos dimos cuenta de repente que nuestro encantador D.A. llevaba, a parte de la gorra que le habíamos comprado, la riñonera por la cual no habíamos pagado. En seguida le preguntamos que por qué no la había devuelto y por hacer otra llamada de atención empezó a decir que la había robado, cosa que no nos creímos ya que cuando se dio cuenta de que la llevaba puesta se sorprendió él también.

Sin embargo decidimos aprovechar la ocasión para darle un toque importante de atención ya que las llamadas de atención empezaban a ser cada vez peores. Lo primero que hicimos fue volver a la tienda a que devolviera la riñonera y se disculpara con la dueña por habérselo llevado, ésta con más risa que enfado le perdonó y nos fuimos de allí.

A pesar de que ya le habíamos regañado por lo que había hecho, D.A. seguía literalmente chuleándose de que había robado en una tienda. Como estábamos un poco desesperados y ya no sabíamos muy bien qué hacer decidimos prepararle un teatrillo para ver si así escarmentaba un poco. Nos pusimos de acuerdo con otro monitor y la coordinadora y le dijimos a D.A. que al final los de la tienda le habían denunciado por robar y que la policía había ido a buscarle al hotel donde nos alojábamos.

En ese momento, ya se calmó inmediatamente y se asustó un poco. También le pusimos a hablar por teléfono con otro de los monitores haciéndose pasar por policía diciéndole que se lo tenían que llevar a comisaría para tomarle declaración y demás. Ahí ya sí que se asustó del todo y empezó a pedir perdón. Nosotros le decíamos que no podíamos hacer nada y que ya veríamos que pasaba cuando llegáramos al hotel al cual íbamos ya de camino.

Cuando llegamos al hotel, nos recibió Paula la coordi y le dijo a D.A. que había conseguido convencer a la policía de que era un buen chico y que solo había sido una travesura y que no se iba a repetir más. La policía  había dejado la advertencia de que si no se portaba bien volverían a hablar con él y con eso quedó todo zanjado. Hay que decir que el teatrillo funcionó y D.A. se portó bastante mejor el resto de la semana.

Ahora las conclusiones. Echando la vista atrás no me gusta demasiado haber usado este truquillo un poco tramposo para conseguir que se portase bien. Después de tantos años he aprendido otras estrategias más positivas para hacer comprender a los chavales que se portan mal por qué sus conductas no son adecuadas. No hay nada como la experiencia y la constancia para ir mejorando poco a poco.