Érase una vez, un chaval llamado D.A. con discapacidad intelectual, unos 27 años, muy travieso y además con trastorno de hiperactividad. D.A. en la Semana Santa de 2007 era uno de los chavales que llevaba Vero en su grupo y durante toda lo que llevábamos de semana de campamento se estaba portando un poco regular.
Bueno, un poco regular es decir poco, no hacía caso a absolutamente nada, entre otras cosas porque en el campa había otra monitora que le había llevado en su grupo en anteriores ocasiones y a la cual él tenía un especial cariño y como no le había tocado con ella, D.A. estaba bastante enfadado y hacía llamadas de atención continuas.
El caso es que nos estaba costando un poco hacernos con él hasta que llegó el día clave...
Aquel día decidimos ir de compras, para los típicos regalillos de recuerdo que siempre les gusta llevarse a los chavales cuando vamos de campamento. El caso es que llegamos a la típica tienda de regalos en la que tienen un poco de todo, desde sombrillas hasta delantales.
D.A. como todos los demás estaba eligiendo sus regalos y se acercó a Vero con una gorra y una riñonera del Barça que quería como regalos de recuerdo. No teníamos dinero suficiente para las dos cosas así que Vero, tras una explicación larga e intensa, le hizo comprender que tenía que dejar una de las dos cosas. Al final eligió la gorra y después de pagar lo que llevaban todos nos fuimos a dar un paseo con idea de tomar algo en alguna terraza de camino al hotel.
Cuando llevábamos unos minutos caminando, alejándonos de la tienda en la que habíamos hecho compras, nos dimos cuenta de repente que nuestro encantador D.A. llevaba, a parte de la gorra que le habíamos comprado, la riñonera por la cual no habíamos pagado. En seguida le preguntamos que por qué no la había devuelto y por hacer otra llamada de atención empezó a decir que la había robado, cosa que no nos creímos ya que cuando se dio cuenta de que la llevaba puesta se sorprendió él también.
Sin embargo decidimos aprovechar la ocasión para darle un toque importante de atención ya que las llamadas de atención empezaban a ser cada vez peores. Lo primero que hicimos fue volver a la tienda a que devolviera la riñonera y se disculpara con la dueña por habérselo llevado, ésta con más risa que enfado le perdonó y nos fuimos de allí.
A pesar de que ya le habíamos regañado por lo que había hecho, D.A. seguía literalmente chuleándose de que había robado en una tienda. Como estábamos un poco desesperados y ya no sabíamos muy bien qué hacer decidimos prepararle un teatrillo para ver si así escarmentaba un poco. Nos pusimos de acuerdo con otro monitor y la coordinadora y le dijimos a D.A. que al final los de la tienda le habían denunciado por robar y que la policía había ido a buscarle al hotel donde nos alojábamos.
En ese momento, ya se calmó inmediatamente y se asustó un poco. También le pusimos a hablar por teléfono con otro de los monitores haciéndose pasar por policía diciéndole que se lo tenían que llevar a comisaría para tomarle declaración y demás. Ahí ya sí que se asustó del todo y empezó a pedir perdón. Nosotros le decíamos que no podíamos hacer nada y que ya veríamos que pasaba cuando llegáramos al hotel al cual íbamos ya de camino.
Cuando llegamos al hotel, nos recibió Paula la coordi y le dijo a D.A. que había conseguido convencer a la policía de que era un buen chico y que solo había sido una travesura y que no se iba a repetir más. La policía había dejado la advertencia de que si no se portaba bien volverían a hablar con él y con eso quedó todo zanjado. Hay que decir que el teatrillo funcionó y D.A. se portó bastante mejor el resto de la semana.
Ahora las conclusiones. Echando la vista atrás no me gusta demasiado haber usado este truquillo un poco tramposo para conseguir que se portase bien. Después de tantos años he aprendido otras estrategias más positivas para hacer comprender a los chavales que se portan mal por qué sus conductas no son adecuadas. No hay nada como la experiencia y la constancia para ir mejorando poco a poco.
Cuando llevábamos unos minutos caminando, alejándonos de la tienda en la que habíamos hecho compras, nos dimos cuenta de repente que nuestro encantador D.A. llevaba, a parte de la gorra que le habíamos comprado, la riñonera por la cual no habíamos pagado. En seguida le preguntamos que por qué no la había devuelto y por hacer otra llamada de atención empezó a decir que la había robado, cosa que no nos creímos ya que cuando se dio cuenta de que la llevaba puesta se sorprendió él también.
Sin embargo decidimos aprovechar la ocasión para darle un toque importante de atención ya que las llamadas de atención empezaban a ser cada vez peores. Lo primero que hicimos fue volver a la tienda a que devolviera la riñonera y se disculpara con la dueña por habérselo llevado, ésta con más risa que enfado le perdonó y nos fuimos de allí.
A pesar de que ya le habíamos regañado por lo que había hecho, D.A. seguía literalmente chuleándose de que había robado en una tienda. Como estábamos un poco desesperados y ya no sabíamos muy bien qué hacer decidimos prepararle un teatrillo para ver si así escarmentaba un poco. Nos pusimos de acuerdo con otro monitor y la coordinadora y le dijimos a D.A. que al final los de la tienda le habían denunciado por robar y que la policía había ido a buscarle al hotel donde nos alojábamos.
En ese momento, ya se calmó inmediatamente y se asustó un poco. También le pusimos a hablar por teléfono con otro de los monitores haciéndose pasar por policía diciéndole que se lo tenían que llevar a comisaría para tomarle declaración y demás. Ahí ya sí que se asustó del todo y empezó a pedir perdón. Nosotros le decíamos que no podíamos hacer nada y que ya veríamos que pasaba cuando llegáramos al hotel al cual íbamos ya de camino.
Cuando llegamos al hotel, nos recibió Paula la coordi y le dijo a D.A. que había conseguido convencer a la policía de que era un buen chico y que solo había sido una travesura y que no se iba a repetir más. La policía había dejado la advertencia de que si no se portaba bien volverían a hablar con él y con eso quedó todo zanjado. Hay que decir que el teatrillo funcionó y D.A. se portó bastante mejor el resto de la semana.
Ahora las conclusiones. Echando la vista atrás no me gusta demasiado haber usado este truquillo un poco tramposo para conseguir que se portase bien. Después de tantos años he aprendido otras estrategias más positivas para hacer comprender a los chavales que se portan mal por qué sus conductas no son adecuadas. No hay nada como la experiencia y la constancia para ir mejorando poco a poco.
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