Retomamos ese primer campamento, como os dije el otro día hoy os voy a hablar de chavales a los que les cuesta controlar su temperamento.
La primera situación fue la siguiente, un chaval no quiso tomarse la medicación durante la comida, tenía un diagnóstico de enfermedad mental, historial agresivo y discapacidad intelectual leve. Como podéis imaginar, la medicación hay que tomarla sí o sí.
La coordinadora del campamento había conseguido junto con otras dos monitoras llevar al chico en cuestión a la habitación para ver si se calmaba y así convencerle para que se tomase la medicación. Mientras tanto el resto de monitores estábamos acostando a nuestros chicos la siesta y yo concretamente de esto no me había enterado.
Cuando dejé a mis chicos durmiendo la siesta me fui hacia la recepción del hotel, de repente salió una monitora de una habitación y me pidió que si podía entrar a echarles una mano. Cuando entré el chaval estaba sentado dando golpes en la cama y parecía que los siguientes golpes los iba a empezar a dar a todo el que se pusiera cerca. Yo me enteré después pero al parecer llevaban mas de una hora hablando con él y lejos de tranquilizarle y convencerle la cosa había ido a peor.
De repente la coordinadora pegó un salto y consiguió tumbar al chico en la cama quedando ella subida encima mientras nos decía que le agarrásemos para inmovilizarle. Yo rápidamente fui hacia las piernas y se las cogí ya que estaba empezando a patalear y las otras dos monitoras que había en la habitación le cogieron cada una de un brazo.
He de reconocer que estaba un pelín asustado, porque el chaval se había puesto a gritar y hacía muchísima fuerza para intentar darnos golpes y tirar a la coordinadora que estaba encima suyo sujetando con una mano la cabeza y con otra la medicación. Después de un rato haciendo fuerza el chaval se cansó y comenzó a tranquilizarse, o eso parecía...
La coordinadora le volvió a preguntar si se iba a tomar las pastillas y nos dijo que sí, no nos queríamos arriesgar aun a que volviese a ponerse en plan agresivo asíque la coordi nos dijo que le soltasemos cuando ya se las hubiesemos dado y esperado un rato a que le hicieran efecto, ya que entre otras cosas tomaba antipsicóticos y tranquilizantes.
Cuando se había metido las pastillas en la boca nos miró, escupió a la cara las pastillas a la coordinadora y volvió a empezar a forcejear. Era una peli de esas en las que quieren drogar al bueno para que desvele secretos y él se resiste y yo hacía el papel del terrorista con acento chungo y al que matan a la primera de cambio. Después de otro rato de forcejeo, esta vez más corto, volvimos a realizar la operación, esta vez cuando las pastillas estaban dentro de la boca del chaval la coordinadora se la tapó para que no las escupiese, cuando el reflejo de tragar ganó al impulso de escupirlas otra vez, le incorporamos (aún sujetándolo) y le dimos de beber de un vaso de agua para que las tragase bien.
Estuvimos otros 20 minutos con él, aunque una vez tomadas las pastillas pareció calmarse y ya no forcejeaba, manteníamos el contacto sin hacer fuerza hasta que la coordinadora confirmó que ya podíamos soltarle porque se había calmado.
Lo más flipante de todo fue que después de toda la que se lió, cuando el chaval se tranquilizó empezó a hablar con nosotros normal y a darle besos a la coordinadora y las monitoras. Toda la tensión que había 10 minutos antes se había disipado como si nada, después me contaron que esto le pasaba de vez en cuando y que era importante actuar rápido cuando empezaba a golpear cosas porque si empezaba a darle a la gente era más complicado pararle.
No lo he dicho antes, pero el chaval en cuestión, tenía unos 40 años, medía algo más de 1,80 y pesaba fácilmente 90 kilos, podéis imaginaros el espectáculo...
De nuevo me ha quedado un "tochopost" asíque el Round 2 os lo explico en unos días, os aseguro que promete. Mientras, para que veáis que también había buenos momentos, os dejo un par de foticos, una en el hotel y la otra de paseo cuando volvíamos de hacer compritas en un mercadillo.
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